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Periodistamotor...bici

Mientras estaba sentado en la parte trasera de un potente coche de 200 CV al que un colega de profesión intentaba exprimir al máximo circulando en el circuito del Jarama recibí una llamada: 

-David, soy Víctor, de Ford, me han dicho que te gusta montar en bici.
-Pues sí, me gusta mucho
-¿Te gustaría venirte entonces este sábado a realizar una ruta con la selección española de carretera?
 
 
Es en ese momento cuando la agitación del circuito se queda totalmente olvidada y aparece otra de muy distinto carácter pero igualmente elevadora de pulsaciones. Mi cerebro empieza a maquinar y a pensar no sólo en lo muchísimo que me gustaría ir sino también (y en no menor medida) qué le voy a contar a mi mujer para que se quede con las niñas... la duda no dura ni medio segundo...
-Claro, me encantará
 
Afortunadamente tengo una mujer tremendamente comprensiva para este tipo de cosas, por lo que el sábado pude irme a primera hora de la mañana para pasar todo el día fuera dándole a los pedales. Y vosotros os preguntaréis ¿Y por qué invita Ford a un evento con ciclistas de la selección? pues porque, como se dice en la nota de prensa Ford y la Real Federación Española de Ciclismo, la marca del óvalo mantiene un acuerdo como proveedor oficial de vehículos desde el 2009 para los equipos nacionales en todas sus competiciones y categorías.
 
A la llegada al hotel me encontré con varios compañeros de profesión que comenzaban a cambiar sus indumentarias e intercambiaban impresiones con personajes que yo desconocía. 
-¿Quién era ese con el que hablabas? Le pregunté a uno
- Quien va a ser hombre, pues Carlos Sastre
 
A partir de ahí ya no pregunté más, no sólo era el novato de la expedición (es la segunda vez que se organizan estas jornadas) sino que encima quedo como el más ignorante, y eso que soy de los que se tragan todas las etapas de Tour, Vuelta y Giro siempre que es posible verlas. Pasado el mal trago nos dieron la equipación y al ponérmela comprobé que eso de la XL en ciclismo de carretera significa que cualquier persona acostumbrada a vestir L o superior irá embutida cual chorizo de cantimpalo. Llegó la hora de acudir a ver la bicicleta de carretera, en donde recogimos unas "burras" ligeras como plumas y bonitas como ellas solas. 
-¿Como cuánto vienen llamándose estas bicis? Pregunto risueño al mecánico
-Así, con esas ruedas, deben andar por los 6.000 euros. (adiós a mi sonrisa)
 
Fenomenal, ya sabía yo que quizás no era buena idea haber venido. En mi vida he montado en bicicleta de carretera, jamás me he puesto una equipación de este "pelo" y, por supuesto, ni por asomo he realizado deporte con lo mejor de lo mejor. Pero ahí estaba yo, embutido en mi chaqueta, atrapado en mi culote, agarrado a los cuernos de una bici estratosférica, luchando con los cambios para aprender -infructuosamente- como narices utilizar platos y piñones, y haciendo el ridículo más enorme cada vez que pretendía ponerme de pie sobre la bici. Si, de pie, porque ver a los ciclistas bailando sobre sus bicicletas al subir puertos de montaña es precioso, pero ver a tipos como yo luchando con su cuerpo para levantarse sobre la bici es patético.
 
Carlos Sastre
 
La vuelta, de apenas 43 kilómetros, comenzaba y terminaba en Sotosalbos, primero de bajada y después de subida, con varios Ford Mondeo y C-Max haciendo de coches de apoyo. Durante un pequeño rato circulé en paralelo con Carlos Sastre (eso tengo que contárselo a mis nietos -cuando los tenga-) y la mayoría del tiempo estuve con Vicente Reynés. Reynés, simpático y extrovertido, me permitió acribillarle a todo tipo de preguntas, incluyendo una que me tiene martirizado porque ¿acaso soy el único al que se le duermen las partes nobles -delanteras- cuando monta en bici? Durante unos veinte kilómetros estuvimos pedaleando a un ritmo elevado para mí e irrisorio para todos los profesionales que nos acompañaban, como delataba el hecho de que no hacían más que bromear sobre todo tipo de temas sin que sus pulsaciones subieran siquiera un poquito.
 
Llegado cierto punto, algo más allá de la mitad de la etapa, tres de mis colegas de profesión habían saltado hacia delante. Aunque en principio yo tenía previsto circular siempre con los profesionales, lo cierto es que la competitividad me pudo y, sabiendo que estos últimos nos cogerían cuando quisieran, me lancé a la caza de los tres escapados. No tardé mucho en coger al primero, pero la distancia que ya habían cogido los otros dos me resultó mucho más difícil de salvar. Pedaleando en solitario la visión de dos ciclistas por delante me daba ánimos en las bajadas y me obsesionaba en las subidas. "Hay que ir con buena cadencia de pedaleo" me había comentado Reynés, pero ni soy profesional ni "cadencia" es una palabra que venga en mi vocabulario habitual.
 
Culminando una cuesta que debía tener como la séptima parte de porcentaje de inclinación que un puerto de tercera categoría pero que me costó como si fuera tal, alcancé al primero del grupo. Entendí entonces porqué es tan difícil dejar atrás a los perseguidores. Tras un pequeño parón por cuestiones logísticas -vamos, que como íbamos delante hubo un cruce en el que no sabíamos por donde tirar-, mi colega y yo nos pusimos a pedalear cuesta arriba con la intención de llegar los primeros al final de la etapa. Yo por delante, con viento de frente, mi compañero por detrás, haciéndome pensar que yo no era capaz de deshacerme de él. 
 
Tras varios kilómetros de esfuerzo y sin lograr despegarme de él, mi compañero de escapada me comentó: "no creas que no quiero darte relevos... es que no puedo" ¿Alguna vez os habéis sentido grandes? En dicho momento mi ego ocupaba diez o doce veces mi cuerpo. Tanto era así que decidí subir un poco el ritmo pero preocupándome porque fuera capaz de seguirme. "Si ves que el ritmo no es bueno me lo dices" le comenté al tiempo que me sentía como un grandísimo ciclista de carretera e iba pensando en que llegaríamos juntos y en solitario al final.
 
Apenas cien metros para llegar a la localidad de Sotosalbos, una sonrisa de oreja a oreja, enorme sensación de poderío... y por la izquierda nos pasan de manera sencilla cuatro ciclistas del grupo, cuatro profesionales, cuatro máquinas de dar pedales... cuatro cab....s, pienso yo sin dudarlo un momento. Saco fuerzas de rabia y me pego a ellos, me acerco a la cabeza y veo que José Luis de Santos Arribas, seleccionador nacional y ex-ciclista profesional, se escapa hacia delante. Me acerco a él, le sigo, le ataco, quedan sólo unos cientos de metros para llegar al lugar de partida, se levanta de la bicicleta y con dos golpes de pedal me deja pegado a mi bici. A pesar de todo mi esfuerzo llego segundo por detrás de Vicente, segundo, o como Reynés me recuerda después, el primero de los perdedores. 
 
Gracias Ford, Gracias Reynés, gracias Vicente, gracias a todos los que me habéis hecho afianzar aún más la idea que tenía de grandeza de este deporte. Porque se trata de un deporte de equipo y también un deporte de esfuerzo, porque cada golpe de pedal cuesta, porque la meta puede estar al alcance de tu mano y perderla en el momento más injusto, porque poder vivir esta experiencia es algo único. Ford, no dejes de patrocinar a los ciclistas, cualquier amante del deporte comprenderá que el ímprobo esfuerzo de los ciclistas merece tanto apoyo como pueda conseguir.
 
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